viernes, 13 de julio de 2012

La historia geológica narrada por las impurezas de los diamantes


Los orfebres aborrecen las impurezas de los diamantes, pero para los científicos son muy valiosas. Encerradas en un aislamiento perfecto dentro del durísimo diamante, las impurezas están bien protegidas, y gracias a eso, estos antiguos minerales inalterados pueden narrar, a los científicos que sepan escuchar, algunos capítulos de la historia del pasado distante de la Tierra.
(NCYT) El equipo de Steven Shirey, del Instituto Carnegie en Estados Unidos, y Stephen Richardson, de la Universidad de Ciudad del Cabo en Sudáfrica, ha analizado datos de más de 4.000 de estas inclusiones minerales, averiguando que los continentes comenzaron el ciclo de fragmentación, deriva, y colisión, hace unos tres mil millones de años.
Este proceso, llamado Ciclo de Wilson, es responsable del crecimiento de la corteza continental de la Tierra, de las estructuras continentales que vemos hoy, de la apertura y cierre de cuencas oceánicas, de la formación de montañas, y de la distribución de minerales y otros materiales en la corteza.
Las impurezas, o inclusiones, contenidas en los diamantes, son cápsulas del tiempo perfectas acerca de lo que había en un pasado remoto a gran profundidad bajo los continentes.
Ellas brindan datos sobre edad y composición química que abarcan más de 3.500 millones de años, un periodo de tiempo que incluye la evolución de la atmósfera, el crecimiento de la corteza continental, y el inicio de la tectónica de placas.
En diversas partes del mundo, existen bloques de corteza arcaica, conocidos como cratones, que han eludido su reciclaje en el interior de nuestro tectónicamente dinámico planeta. Estas anomalías geológicas han resistido los efectos de grandes deformaciones que sí han remodelado por completo el resto de la corteza terrestre.
Los diamantes más grandes se han encontrado en los cratones.
Los cratones contienen las rocas más antiguas del planeta, y sus "raíces" se extienden dentro del manto a lo largo de más de 200 kilómetros, alcanzando profundidades donde las presiones son lo bastante altas, pero las temperaturas lo suficientemente bajas, para que se formen diamantes y estos sean conservados durante miles de millones de años.

Con el paso del tiempo, los diamantes han llegado a la superficie como pasajeros accidentales del flujo de magma profundo expulsado al exterior durante erupciones volcánicas, magma que se solidifica en rocas llamadas kimberlitas.

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